Las cifras son preocupantes. En Chile se estima que el 76% de la superficie está afectada por sequía, desertificación y suelo degradado, lo que representa una pérdida de patrimonio vegetal irreversible.
Las distintas instituciones, tanto nacionales como internacionales, se han comprometido, en el discurso, a una mejor gestión del agua y la agricultura. Sin embargo, es tarea de todos y todas presionar para que ese “compromiso” se traduzca en políticas públicas reales y efectivas.
Los impactos del cambio climático se sienten en todo el mundo, especialmente, en cuanto a la crisis hídrica se trata. La situación es cada vez más evidente y severa en Latinoamérica, así lo confirma un nuevo informe de las Naciones Unidas, “Sequía en números 2022, restauración para la preparación y la resiliencia”, publicado hoy, el Día Mundial de Lucha contra la Desertificación y la Sequía.
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